10 agosto 2016

Bella Muerte de Emma Ríos, Kelly Sue DeConnick Astiberri Ediciones

Bella Muerte con dibujo de Emma Ríos, guión de Kelly Sue DeConnick y color de Jordie Bellaire. Publicado por Astiberri Ediciones. 160 páginas. a color en formato cartoné, tamaño 17 x 26 cm por 18€. ISBN: 9788415685746. En este enlace podéis ver gratis las primeras páginas. Para estar al día de noticias como esta podéis seguirme en Twitter.

DeConnick y Ríos parten de un western de aspecto clásico para, a continuación, distorsionarlo y convertirlo en algo totalmente nuevo, en donde lo inesperado se convierte en habitual. Bella Muerte es una serie que combina el realismo mágico de Sandman con la brutalidad del western crepuscular de Predicador, y ya esta primera entrega fue nominada a varios premios Eisner en 2014: Sue DeConnick como mejor guionista, Emma Ríos por mejor lápiz/entintado y mejor portada, y Jordie Bellaire en la categoría de mejor color. El primer número, de los 5 comic books de los que se compone el primer tomo, agotó su tirada inicial de 57.000 ejemplares.

De Connick describe en una entrevista el origen de la historia, basada en los cantares de ciego, de los que le había hablado Emma Ríos: “En nuestro libro hay un par de mendigos que llegan a una especie de mítica ciudad del Oeste y cuentan su historia. Una historia que habla del amor de Albañil por Bella, de su unión y de cómo, tras su matrimonio, Albañil se consume con la idea de que otros hombres admiren a su Bella. Así que –sigue DeConnick– construye una torre de piedra y la encierra en ella. Bella, sin la caricia del viento y el calor del sol empieza a marchitarse y muere. Muerte acude a buscarla, pero también cae hechizado y engendra una hija con ella. Sin embargo, la hija no es suficiente para atarla a nuestro mundo. Muerte se apena y se lleva a la niña con ella. Y la cría en el mundo entre los vivos y los muertos para convertirla en un espíritu de venganza y castigar a los que maltratan a los inocentes. La llamamos Ginny”, concluye.

Por su parte, Emma Ríos asegura que necesitaba clavar el tono visceral y poético del guión, y confiesa que, durante meses, se dedicó a ver un western (o una película de samuráis) cada día y que Sergio Leone y Masaki Kobayashi se convirtieron en sus musas, especialmente debido a sus peculiares estéticas y tempos, cercanos a lo onírico.

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